viernes, 2 de enero de 2015

Capítulo 20. Toda.

Me quedé mirándome fijamente al espejo que se ubicaba frente a la puerta de casa. Contuve el aliento. Pude ver como el miedo brotaba de mis ojos, de mi interior. 'Ahora o nunca' me dije a mi misma. Por ella.
Lo haría por ella. Metí la mano en el bolsillo de mi vaquero para sacar el papel en el que Malú me había anotado el número de Pablo. Saqué mi teléfono del bolso, y mientras bajaba las escaleras, marcaba uno a uno los nueve números que formaban su terminal.
Llegué a la calle y apreté la tecla verde que lanzaba la llamada. Un tono... dos... tres... cuatro... buzón de voz. Miré al cielo. Supliqué por todo que no estuviera lejos del teléfono. Necesitaba acabar con todo esto. Comencé a andar bajo la lluvia de aquel día, que cada vez se iba haciendo más intensa.
Pero aunque parezca una ironía, cuanto más oscura se volvía la tarde, más luz encontraba yo en mi camino.
Pude andar durante lo que me parecieron horas. En un momento en el que ya no pensaba que hacía, sino que mis pies dirigían mis pasos sin hacerle caso a mi cabeza, mi teléfono comenzó a sonar. Pablo llamando. Perfecto. 

- No tengo nada que hablar sobre Malú. Y menos que tenga que ver contigo. - contestó Pablo cuando le expliqué quien era. 
- Tengo que explicarte, por favor, que fue lo que viste. He esperado tanto tiempo para que Malú estuviera lejos. Ella está de gira ahora y no sabe nada. 
- A las diez y media en el restaurante Boccie de Gran Vía. Ni un minuto más. No tengo demasiado tiempo. 
- Perfecto. Allí estaré. 
Colgamos el teléfono no muy amigablemente y paré a mis pies, que seguían su ritmo incansable. 

Llegué diez minutos antes a la cita. No quería hacerlo esperar. Y yo quería acabar con esta pesadilla de una vez. 
Apareció pasadas las once menos veinte por la puerta acompañado de una mujer joven que me recordaba a alguien, pero no tenía muy claro a quién. 

- Buenas noches. - me levanté para posar en sus mejillas y en las de su acompañante dos besos. 
- Buenas noches. - repitieron los amantes de Teruel. 
- Pablo a mi me gustaría hablar a solas contigo...
- Lo que me tengas que decir, lo puede oír ella. 
- Es sobre...
- Ya. Me lo podía imaginar. - me cortó. 
- A ver... Podemos empezar desde el primer día o contarte directamente qué fue lo que viste ese día... Que no era lo que parecía...
- Se que desde el día que perdiste la maleta y ella te la dio, te gusta. Se te nota en la mirada. Pude verlo en tus ojos a la mañana siguiente en el hospital. Fuiste detrás de ella metiéndole mil cosas en la cabeza. Hasta que conseguiste lo que querías. Confundirla. Hacer que dejará su vida, una vida llena de éxitos y su próximo matrimonio por ti. Por una bollera que solo tiene el fan subido. ¿Ya te has cansado de su agetreada vida de aquí para allá? ¿Ya la has abandonado y has decidido volver a tu vida mediocre en Madrid? Sabía que no aguantarías ni la mitad de la gira. 

Me mordí el labio y contuve las lágrimas tanto como pude. Era difícil conseguirlo en ese instante. Inspiré y expiré hondo para conseguir no mandarlo a la mierda. 





Aún recuerdo con qué cara me miraba Malú cuando le explicaba una y otra vez lo ocurrido. 

- Te quiero. - dije acurrucándome sobre ella y besándole cada parte de su pequeño cuerpo. 
- Y yo a ti, cariño. Y yo a ti. - suspiró. 
- Y a ti... ¿Cómo te fue con Jessica?
- Una larga historia cielo. - rió.- Pero ahora no es momento de ella. Ahora somos tú y yo. Y esta magnífica noche que tenemos por delante. 

Fui a besarla en los labios mientras con mis brazos la envolvía por la cintura. 

- Ey, fierecilla. Que yo también te he echado de menos, pero frena un poco. 
- ¿Por? Tengo mono de ti. 
- Y yo, pero habrá que cenar, ¿no?
- Yo quiero que tú seas mi cena. - contesté haciéndole pucheros. 
- Pero es que ya la tengo preparada...
- Vaaaaaaaaale... - contesté sin muchas ganas de comida. 
Ella sonrió e iluminó al completo la habitación. Su sonrisa tiene tanto poder  que hasta el lugar más oscuro de la tierra se puede llenar de luz. Volvió a encender mi corazón, mi alma, después de tanto tiempo en tiniebla. 

- No te muevas. Enseguida vuelvo. 
- Te quiero. - contesté viéndola salir por la puerta de la habitación. 

Tardó un buen rato en subir de nuevo a la planta superior. Aproveché para sacar de mi bolso una bolsa con pétalos de rosa que había comprado en una floristería antes de llegar a su hogar. Las coloqué encima de la cama formando un corazón. Cogí de uno de los cajones que tenía en el armario el paquete de velas que siempre tiene guardado por si...

Pude oír como alguien subía las escaleras, así que decidí esconderme tras la puerta, para cuando ella entrara, sorprenderla. 

- Ada... Yo... - dijo aun de espaldas a mi, puesto que no me encontraba. 
- Tú nada. Esta es tu noche y la mía. Tu historia y la mía. Tu sueño, y el mío. - dije mientras la giraba sobre sí misma. 
- Bésame. - me exigió. 

Yo obedecí. Haciendo que mis labios rozaran los suyos. Recorriendo cada parte de su cuerpo con las yemas de mis dedos. Se separó de mi, y con su frente pegada a la mía vi como sus ojos devoraban mi rostro. 

- ¿Cenamos? - me preguntó. 
- Vamos. - le sonreí. 
- Túmbate ahí. 
 Obedecí extrañada. 
- Y ahora cierra esos ojitos. 
Hice, de nuevo, lo que ella me dijo. En esta ocasión posó sus labios sobre mis pestañas. 
- No los abras... - dijo riéndose. - hasta que yo te avise. 
- ¡A sus órdenes! - contesté burlándome de ella. 
- Tres... Dos... Uno... ¿Preparada?
- ¿Para...? - no pude terminar mi frase porque una oleada de nata inundó mi boca. 
A continuación sus besos y nuestra risa. 
- Vuelve a cerrar esos ojitos... - me riñó. 
Me los tapé. Y otra vez su cuenta atrás. Esta vez no fue para recibir nata. Sino un líquido muy frío por todo mi cuerpo, haciéndome estremecer a cada milímetro que avanzaba de mi. 
-¿Preparada? - volvió a repetir, pero esta vez, antes de que pudiera contestarle, atacó el lóbulo de mi oreja con sus dientes. 

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